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RAKUSU: un campo amorfo de auto observación


Jukai es la ceremonia donde se aceptan los votos budistas laicos en la tradición japonesa Zen. Se podría considerar como el acuerdo formal de seguir las enseñanzas de Buda Tathagata1 para alcanzar el estado de iluminación o despertar pleno.


En ella, se establece el compromiso de observar y practicar los dieciséis preceptos del Bodhisattva2 comenzando con Los Tres Tesoros: Ser uno con el Buda3, Ser uno con el Dharma4 y Ser uno con la Sangha5; continúan Los Tres Preceptos Puro: Evitar el mal, Hacer el bien y Hacer el bien para otros; finalmente Los Diez Preceptos Graves: No matar, No robar, No llevar una mala conducta sexual, No decir mentiras, No ser ignorante, No hablar de las faltas de los demás, No elevarse a sí mismo y denigrar a los demás, No ser mezquino, No enojarse y No hablar mal de los Tres Tesoros.


El practicante realiza este acto después de determinado tiempo de practicar zazen6 en consentimiento de su Maestro o Maestra quien le pide coser o bordar una prenda especial llamada RAKUSU a modo de preparación durante los meses previos a la ceremonia. En la parte posterior de este tipo de babero, el o la Sensei7 escribe el nombre dhármico que le otorgará al practicante para que así sea llamado dentro de su sangha.


La historia del rakusu se remonta hasta Siddharta Gautama cuando renunció a su título de príncipe dejando todo atrás, incluso los suntuosos ropajes que usaba. Se dice que de manera simbólica tomó pedazos de tela vieja o de las vestimentas de los muertos que iba encontrando en su camino; las blanqueó y tiñó en azafrán, que se consideraba un desinfectante natural en aquella época, y luego las cosió juntas para hacerse un manto o una túnica con la que se envolvía. La confección fue muy sencilla, pues se inspiró en los campos de arroz del valle del Ganges, de ahí que se le nombra KESA, derivada de la palabra en sánscrito kesaya que significa “color de tierra o de ruina”. Eventualmente todos aquellos que lo seguían hicieron lo mismo hasta que se convirtió en una práctica común entre los monjes budistas.


Recordemos que Siddharta nació en Kapilavastu, se iluminó en Magadha, enseñó en Varanasi y entró en Nirvana en Kushinagara, todas ciudades en India donde el clima es bastante cálido, por lo tanto, dicho manto era lo único que portaban dejando un hombro expuesto. Pero cuando Bodhidharma8 llevó la enseñanza de Tathagata a China donde se mezcló con el taoismo, dio vida al budismo Chan y cambiaron algunas de sus formas, entre ellas la vestimenta de los monjes que portaban la túnica encima de la ropa laica ordinaria debido a un clima más frío.


Pero la modificación más radical fue durante la persecución que sufrieron los monjes budistas por parte de varios emperadores chinos quienes favorecían al Tao y al Confusionismo. Al no poder portar el kesa abiertamente, los budistas decidieron elaborar una versión reducida de éste que pudieran vestirse secretamente colgada del cuello como babero y por debajo de la ropa de civil. Sin embargo, se cree que el kesa cayó en desuso en China después de estos eventos.


Otras versiones atribuyen el diseño del rakusu a la migración del budismo Chan a Japón donde adquiere el nombre de budismo Zen. Se dice que durante estas peregrinaciones fue que se confeccionó la forma rectangular del rakusu colgado sobre el pecho, pues facilitaba las largas caminatas y eventualmente las labores de samu9 cuando los monjes se fueron asentando en los templos.


El uso acostumbrado del rakusu actualmente es durante los periodos de zazen, servicios y ceremonias. Se coloca después del primer bloque de meditación en la mañana recitando el verso del Kesa que dice:


Vasto es el manto de liberación

Un campo amorfo de benefacción

Yo visto la enseñanza de Tathagata

Salvando a todos los seres vivientes.

 

Hace tres años cosí mi rakusu tres veces antes de entregárselo a Hosso Sensei para que escribiera mi nombre. Por qué tres veces se preguntarán. Me gustaría alardear diciendo que fue con la intensión de ofrendarlo al Buda, al Dharma y a la Sangha, pero lamentablemente fue porque mi ego era tres veces más engreído de lo que creía.


Empezaré diciendo que aún teniendo la opción de pagarle a alguien para que confeccionara el rakusu, decidí elaborarlo yo mismo so pretexto de procrastinar el compromiso de adquirir los preceptos y aceptar el budismo como guía de vida. Antes de ello, me consideraba un libre pensador sin ataduras que podía cambiar de postura a conveniencia y debo confesar que todavía existen reminiscencia de este esquivo comportamiento. Pero por otro lado, siempre he sido hábil con las manos, creativo y sobre todo ocioso, por lo tanto anidó en mi mente ilusoria la posibilidad de dar mi primer paso como diseñador de modas frustrado.


Entrenado por el ensamblaje de los juguetes LEGO10, no me costó trabajo seguir las instrucciones, con el apoyo de algunos videos tutoriales para aprender los tipos de puntadas que se requieren. Sorprendentemente en un solo día logré avanzar una cuarta parte del proyecto e incluso desde un principio detecté que ciertos pasos en las instrucciones no eran correctos pues las medidas no coincidían o sugerían usar cierto tipo de puntadas que no me parecían estéticas. Arrogantemente creí que podía mejorar el diseño y la confección del rakusu. Es más, me atreví a asumir que iba a revolucionar la técnica que 88 generaciones de monjes habían seguido.


Emocionado, al siguiente día continué mi labor desde temprano, pero al llegar a la mitad del proceso algunas piezas no coincidían. Impaciente, una y otra vez, intenté forzar que encajaran pero sólo conseguí que la tela se frunciera. El enojo me llevó a la desesperación y en un berrinche terminé desgarrando todo lo que había construido hasta el momento. Colérico me fui a dormir refunfuñado de lo estúpidas y neuróticas que son las formas del Zen con sus servicios y ceremonias, sus postraciones, sus tazones de comida… ¡y ahora su mentado babero!


A la mañana siguiente, dormitando en la cama, me invadió la posibilidad de que tal vez las “mejoras” que había hecho afectaron de alguna forma el proceso de construcción. Tal vez, las instrucciones sí son correctas y deben seguirse al pie de la letra. Esta idea la estuve rumiando todo el día a pesar de que intenté distraerme en el centro comercial. Finalmente, decidí intentarlo de nuevo porque me inspiró la tela de un fino y elegante chaleco. Corrí a comprar materiales similar y de vuelta a casa para reiniciar al otro día.


Efectivamente, siguiendo cada paso tal como se describen en las instrucciones, avancé mucho más rápido y más allá de donde me había quedado. Pude haberlo terminado ese mismo día, pero no pude porque me hacía falta el aro que conecta uno de los tirantes con el cuerpo del rakusu. Además, tuve que posponerlo durante ese fin de semana ya que había sesshin11. No sólo aprovecharía para que Hosso Sensei me proporcionara dicho aro, sino también para “presumirle” las mejorías que le hice al diseño.


Cuando Sensei tomó el rakusu en sus manos lo primero que señaló fue que se sentía bastante pesado y rígido. Me preguntó si había considerado que lo llevaría colgado al cuello por largos periodos, además de parecerle incómodo para estar sentado con él por su dureza. Por lo demás le pareció un buen trabajo y, siendo que lo realicé en muy poco tiempo, sugirió que lo volviera a hacer con la tela original. Respiré y regresé a casa a cortar las piezas nuevamente.


Un mes después, Hosso Sensei escribió mi nombre dhármico en el producto que salió del tercer intento. Saber cómo fueron sucediendo los hecho, le facilitó la tarea de encontrar un nombre que reflejara el gran potencial que vive en mí, pero que también me mostrara aquello en lo que más tengo que trabajar: Enso, círculo perfecto.


La experiencia de bordar el rakusu me hizo ver claramente cómo me comporto en la vida. Nunca estoy satisfecho con lo que hago, lo que tengo, donde estoy o quién soy. En mi neurosis, siempre hay la posibilidad de crear una mejor versión de mí o de lo que me rodea, por lo tanto aquello que existe en el presente me parece horrible o mediocre y debe arreglarse. Por eso, desde muy pequeño me atrajo el arte en diferentes manifestaciones: dibujo, pintura, cine, moda, etc. ¿No acaso el arte es la búsqueda delirante de una belleza idealizada?


Como diseñador o artista me jacto de poseer la “sensibilidad” para embellecer el mundo que me rodea, sin embargo a través del zazen mi percepción ha ido cambiando. Soy tan insensible como aquellos que no pueden darse cuenta de la belleza inherente en todo lo que nos rodea.


¿En verdad una pintura del mar supera la magnanimidad del océano?; ¿una película sobrepasa la electrizante sensación de un beso?; ¿o acaso un vestido de seda aventaja la caricia y el olor de la piel de un recién nacido?


Cuando estoy sentado frente a una pared en silencio, quieto y atento, me he dado cuenta que la realidad ha estado ahí todo el tiempo. Los pájaros siempre han trinado, el viento siempre ha soplado, el sol siempre ha salido por el este y se ha puesto al oeste, el río siempre ha distorsionado el reflejo de la luna, las abejas nunca han tenido la malicia de picarnos y las flores nacieron para permanecer plantadas.


De esa misma manera, he bordado el rakusu de tres compañeros de la sangha: en silencio, atento, respirando con cada puntada, viendo cómo aparece ese campo amorfo que soy yo mismo. Cada rakusu es la oportunidad de volver a meditar con aguja e hilo y entender otro pedazo de mi alma desgarrada.


Me debato entre el agradecimiento hacia estas personas que me confían esta noble labor y la melancolía de saber que se privaron de experimentar este proceso. Durante cada jukai, siempre cruza por mi mente, el negarme la próxima vez que me pidan hacer un rakusu con la intensión de orillarlos a que ellos mismos lo realicen, pero luego pienso que si no lo hago yo, probablemente se lo pedirán a un extraño que sólo vea un curioso babero. Como si Buda diera un discurso en medio del bosque y no hubiera nadie cerca para escucharlo.


Leyendo El despertar del Zen en Occidente de Philip Kapleau Roshi, encontré un capítulo donde habla de la creación y veneración de esculturas o figuras talladas de Buda y me hizo pensar en mi propia experiencia con los rakusus:


<<La imagen original de un Buda es una obra destinada al culto y la meditación. La tarea del que la crea es el dar expresión dinámica a los atributos de un gigante entre los hombres. Para poder tener éxito, el escultor tiene que adherirse estrictamente a una vida religiosa, por lo menos durante el periodo de su trabajo. Sólo con la ayuda de una meditación profunda podrá obtener la pureza mental necesaria para realizar la tarea. Un imagen creada por esta persona absorbe inevitablemente sus preciadas vibraciones y a su vez las imparte a aquellos que con un corazón creyente muestran respeto ante ella.

La calidad de un buda no consiste primordialmente en la estética sino en el sentimiento de reverencia que inspire. Un vendedor de objetos de arte puede que trate con descuido una imagen original, quitándole poder. Tampoco esta imagen estará mejor en un museo donde, a pesar de ser cuidada respetuosamente, no está reverenciada espiritualmente. Pero cuando una imagen ha “vivido” algún tiempo en un monasterio o centro budista, donde ha sido alimentada por el zazen que se ha hecho ante ella, adquiere un silencio profundo y gran belleza al margen de sus cualidades artísticas. Estará dotada de un gran poder para inspirar a aquellos que son receptivos y les hablará directa y poderosamente. Puede que no sea un tesoro artístico pero si se la trata como un tesoro - es decir, si se la consagra como un objeto religioso -su valor será incalculable>>. 12


Estas palabras resuenan en mí porque ya no busco hacer un rakusu perfecto, sino simplemente calmar la mente siguiendo la forma. Cuando logro depurar mi agenda personal de pensamientos como -“este será el mejor rakusu”, “el dueño o dueña de este rakusu me cae bien o mal”, o “debería de cobrar más por hacer esto”-, entonces la elaboración fluye sin equivocaciones y la prenda luce impecable como si absorbiera mi armonía.

Algo muy distinto me ha sucedido con otros tres compañeros de sangha a los que he asesorado y guiado en la elaboración de su rakusu. Durante encuentros semanales, cosiendo y bebiendo té, pude observar muchísimos rasgos de su personalidad que coincidían con la manufactura de su prenda, pero sobre todo con mi propia personalidad. Esto me hizo establecer un vínculo muy especial con ellos, pues secretamente me permitieron husmear en sus almas para ver reflejada la mía. Por eso, cuando escucho el nombre que se les otorga, no puedo contener la emoción ya que algo embona perfectamente dentro de mí, como si también hubiera husmeado en los apuntes del discurso de Sensei y supiera de antemano su veredicto.


Esta forma de trabajo, me causa menos conflicto, sin embargo no es mi decisión ayudar a alguien de esta o de la forma anterior. Nyogen Roshi dice que la gente pedirá lo que necesita, uno sólo debe prestar atención, deshacerse de la agenda personal y cumplir la petición. Muy similar a la opinión que tiene Ingmar Bergman sobre la función de un director de teatro o cine que debe aprender a callarse y escuchar. Ser paciente, esperar y observar a los actores como a un jardín. Limpiar la mala hierva y dejar que florezcan sus hermosas rosas por sí solas. Desde esta perspectiva, puedo entender por qué Hosso Sensei permite que el practicante decida elaborar o no su propio rakusu.


Durante la más reciente plática Dhárma de Hosso Sensei, no pude contener las lágrimas porque sus palabras describían cabalmente lo que ha sentido mi corazón frente a cada rakusu que he cosido:


<<…ver las cosas tal y como son. Dejar que nuestra conciencia se expanda: Vasta, como el manto de liberación. Surgimos y decaemos. Grandes, chicos,, blancos, negros, tontos, sabios, pájaros, escorpiones… Todos como los pedacitos que forman nuestro rakusu o las parcelas que forman el campo de arroz. Todos estamos interconectados. Todos estamos completos como somos.

Los distintos pedacitos que forman el kesa o el rakusu nos recuerdan que tenemos que observar, integrar y coser todos los fragmentos de nuestra vida y no sólo lo bonito ni lo que queremos aparentar. Todo lo que queremos esconder, ignorar, disfrazar, oscurecer, también conforman el kesa. Tradicionalmente estaba hecho de deshechos, de trapos sucios, comidos por animales, manchados en el parto o eran harapos de los muertos. Por lo tanto, a partir de lo más sucio, de lo peor, de lo inútil… debemos transformar ese campo de miedo, de decepción y de sufrimiento en un campo de benefacción… Sin apego, sin juicio, sin dualidad.


Se dice que las puntadas de la costura son como la práctica de los preceptos. No es cuestión de perfección sino de atención, de esfuerzo constante>>.


Me recuerda esa tarde cuando una amiga, al borde de la frustración después de intentar corregir varias veces una puntada en su rakusu, me preguntó, -¡Ay! ¿Puedo dejarlo así? ¿Crees que alguien se de cuenta?- Sonreí y contesté: -¿Acaso tú te has fijado en los rakusus de los demás? A nadie le va importar porque nadie va a usar ese rakusu salvo tú. En todo caso, la única que se tiene que dar cuenta eres tú… ¿Puedes dejarlo así? ¿Quieres dejarlo así?—.


Cuánta razón tiene Sensei, no importa si el rakusu queda feo o perfecto, porque esas son nuestras etiquetas mezquinas contra nosotros mismos. Solamente un padre o una madre con mucho dolor señala categóricamente las faltas o los aciertos de sus hijos, así como un artista con mucho sufrimiento desdeña o elogia su propia obra.


Lo importante es el proceso y la forma que nos contiene en la atención y el esfuerzo constante. Un buen hijo o una obra maestra sólo se pueden apreciar con el pasar del tiempo, cuando logran trascender por su existencia ontológica, por simplemente ser y estar en el aquí y en el ahora, a eso le llamamos PRÁCTICA. Los Maestros lo vienen repitiendo una y otra vez: Meditar es iluminación. Iluminación es meditar. Así, cada vez apreció más las formas Zen porque…


Hacer servicios es iluminación. Iluminación es hacer servicios.

Postrarse es iluminación. Iluminación es postrarse.

Oryoki es iluminación. Iluminación es oryoki.

Coser un rakusu es iluminación. Iluminación es coser un rakusu.


1 Sig. "El que así ha venido / El que así se ha ido".

2 El que toma el camino de Buda. Bodhi (supremos conocimientos); sativa (Ser)

3 El Iluminado - El Maestro - Uno mismo

4 El Destino -Las Enseñanzas - El mundo que nos rodea

5 La familia espiritual - Todos los seres vivientes

6 Meditación sentada

7 Maestro o Maestra

8 Vigésimo Octavo Patriarca del Budismo y Primer Patriarca del Budismo Zen.

9 Meditación realizando servicio comunitario, labores de limpieza o de trabajo.

10 Juguetes a base de bloques para armar.

11 Retiro de meditación de varios días.

12 El Despertar del Zen en Occidente. Philip Kapleau. Edit. Kairós, 1981, pg. 226.


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